Estado de abandono

DE ESTA ESPAÑA, arredrada e ignota, sólo me atraen quienes quieren sacarla de esa sumisión agónica. Un ejemplo. El Palacio de la Música de Madrid, donde hemos aprendido y soñado parece que, aprovechando su situación (muy buena, como su acústica), una multinacional textil ha pensado en sustituir cine y música por algo más estricto y beneficioso: para ellos, claro. Por eso he de decir que me parece un descabalo este lío ciudadano, moral, gubernativo y pervertidor. Yo entré a oír a alguien en el Calderón (donde estuvo tres años mi Carmen Carmen, por ejemplo), y olí algo raro. Me dijeron: «Helados; ¿quieres verlo?». Olí algo más fuerte, y perdí el conocimiento... No sé qué se pretende. Si es lo que pienso y temo, un bombardeo lo conseguiría antes. Sobre quienes tienen un gobierno en sus manos, que, por dinero, se les está yendo de ellas. Aquí, el Palacio de la Música, por muy bueno que sea lo que nos dejen, dejará de interesarnos. A mí, ya. Y ojalá a todos los que aman su pasado. Esperemos, algún día, conocer qué fue de los malditos que permiten su hundimiento para enriquecerse. De la forma que sea.